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LE JOURNAL SPIRITE N° 90 OCTOBRE 2012
DOSSIER LO PARANORMAL Y EL CINE
por CATHERINE GOUTTIÈRE


EL SEXTO SENTIDO
 
Esta película fue realizada en 1999 por Night Shyamalan con Bruce Willis y el joven Haley Joël Hosment como principales intérpretes, que actuaron igualmente en Forrest Gump. El tema es el siguiente: un psicólogo infantil, Malcolm Crowe, es herido de un balazo en su casa por un joven paciente a quien había intentado ayudar unos años antes. Este joven, antes de dispararse un tiro en la cabeza, le reprochó no haberlo escuchado lo suficiente y, sobre todo, no haberlo curado de sus miedos y sus angustias. Este incidente marcaría a Malcolm en su vida profesional y desquiciaría su vida sentimental con su compañera Anna. Esa es la razón por la cual al otoño siguiente, Malcolm decide seguir a un muchacho llamado Cole que presenta los mismos desórdenes que su difunto agresor. Cole está encerrado en sí mismo y aislado socialmente. Piensa que está loco pues se siente diferente a los demás. No tiene amigos y prefiere encerrarse en su casa o ir a jugar en la iglesia vecina. Cole tiene un secreto pero no quiere hablar de eso. El psicólogo se jura entonces hacer todo lo posible para ayudar al niño y reparar su error pasado.

En el transcurso de la historia, Cole revela su secreto a Malcolm: él ve a los muertos y eso le causa temor pero no quiere hablar de ello a su madre, a pesar de las manifestaciones espontáneas que tienen lugar en su domicilio. Una escena de la película se desarrolla en la cocina del apartamento familiar. Cole se está desayunando, su madre lo deja para poner un vestido en la lavadora y regresa enseguida. En una fracción de segundo, todas las puertas de los armarios están abiertas y el niño no ha cambiado de lugar. Si él hubiera sido el causante del fenómeno, lo hubiéramos oído desplazarse, habría hecho ruido y no habría tenido tiempo de volver a su lugar antes del regreso de su mamá. ¿Cómo es posible eso? Asistimos allí a manifestaciones de Poltergeists, de movimiento de objetos. Sabemos que, para manifestarse, los espíritus utilizan la energía ambiente así como la emitida por el sujeto médium para realizar tales manifestaciones. Estas dos energías combinadas, por la voluntad del espíritu desencarnado, actúan sobre la materia, modificando la velocidad de rotación de las partículas que la componen y así hacen a los objetos más maleables y más ligeros, para llegar a desplazarlos, y como en la sinopsis que nos ocupa, abrir las puertas de los armarios. Vivimos en un mundo vibratorio. Una mesa, por ejemplo, es el resultado de la aglomeración de miles de millones de moléculas compuestas de miles de millones de átomos. Si decidiéramos concentrar nuestro pensamiento en esa mesa para volverla blanda, trabajaríamos, sin saberlo, sobre los átomos que la componen; modificaríamos entonces su velocidad de rotación y así la mesa se volvería blanda. Es lo que hacen los telekinesistas que, por la fuerza de su pensamiento, consiguen torcer pequeñas cucharas, barras de hierro o hasta detener relojes. Una vez exteriorizado de nuestro cuerpo físico, el pensamiento, energía vibratoria, puede actuar sobre la composición molecular de la materia para modificarla. El espíritu desencarnado, al estar desprovisto de materia y viviendo en un mundo puramente vibratorio, puede de manera consciente o inconsciente actuar sobre todas estas energías para producir los movimientos de objetos. Siempre es indispensable la presencia de un médium para este género de fenómenos. Puede ser la persona que sufre estas manifestaciones o alguien situado en un entorno cercano quien, sin saberlo, sirve de soporte energético al mundo de los espíritus para la realización de las manifestaciones. Sin estas energías combinadas, no podría tener lugar la manifestación. Otra escena nos muestra a Cole en su escuela, percibiendo imágenes de lo que era antes ese establecimiento. En el siglo XVIII esa escuela era un tribunal, y la gente era juzgada y colgada allí. La explicación es la siguiente: el niño siente las vibraciones que se desprenden del edificio, percibiendo en ellas la historia y ve así los espíritus que fueron colgados en aquella época. Esa historia la contó un día a su clase cuando el profesor preguntó a los alumnos si sabían lo que era su escuela antes. Igualmente Cole precisó que cuando era pequeño, su profesor tartamudeaba, lo cual éste nunca le había dicho a nadie. Esta escena nos permite desarrollar otro fenómeno: un médium, cualquiera sea su facultad como, por ejemplo, la escritura automática, es igualmente clarividente simple como es el caso de Johnny en la película Dead Zone. Sabemos que la mediumnidad es una puerta abierta al más allá. Esta sensibilidad permite al que la ejerce, no sólo sentir las vibraciones de los espíritus, sino igualmente las de los vivos, que son espíritus, pero encarnados en la materia. Esa es la razón por la que Cole percibió el pasado de su profesor. Digamos, entonces, que un médium percibe a la vez el mundo de los muertos y el de los vivos. Por su mediumnidad, Cole puede igualmente oír a los espíritus sin verlos. Una escena nos lo presenta en el cumpleaños de un compañero de clase que habita una casa de doscientos años de antigüedad. Cole oye a un espíritu encerrado en un espacio reducido, luego de un castigo infligido por su “amo”, el propietario de la época.

¿Cuál es esa facultad?

La llamamos clariaudiencia, que puede producirse por vía directa, es decir que el médium oye una voz procedente del exterior, o por voz indirecta cuando el médium oye interiormente la voz del espíritu. Siendo el pensamiento una vibración, llega al médium y se expresa por medio de una voz interior que se le impone y cuyas palabras él restituye. Es el mismo principio que para los clichés, imágenes y sentimientos que pueden ser percibidos y expresados mediante el verbo. Con la ayuda de Malcolm, Cole se dará cuenta y comprenderá, más allá del temor que siente, que estos espíritus no se manifiestan por casualidad. Al escucharlos, puede reconstruir un mensaje que ellos necesitan transmitir a los que han dejado. Es el caso de la chica asesinada por su madre que sabe que ella va a arremeter contra su hermanita o bien la propia abuela de Cole que da un mensaje de consuelo y amor a su hija, la madre del muchacho. El médium es entonces el mensajero, el intermediario, entre los vivos y los muertos que expresan su supervivencia. Igualmente el médium puede ser revelador del sufrimiento de los espíritus, espíritus que necesitan ser ayudados pues aún no han comprendido que están muertos, siguen viviendo los eventos traumatizantes de su vida terrenal, como la mujer que se manifiesta a Cole en la cocina familiar y que ha sufrido la violencia física de su marido. Es lo que llamamos turbación.

¿Qué es la turbación?
Para comprender bien esta realidad espiritual, examinemos el fenómeno de la muerte y sus consecuencias. Durante la vida física, la energía periespiritual integra el cuerpo en su totalidad, en sus partes más diminutas, a fin de permitir al espíritu dirigir a la materia, a saber, su cuerpo físico. Las células periespirituales transmiten las informaciones a la materia que a su vez las transmite al espíritu. ¿Por qué? Porque la materia es insensible. Golpee una mesa, hágale un agujero, ella no reaccionará. Golpeen un cuerpo muerto, ya no reaccionará, porque el espíritu que lo habitaba, así como su periespíritu, lo han abandonado. El periespíritu es pues el intermediario que permite al espíritu integrar la materia, es también el que le permite desplazarse en el más allá y manifestarse entre los humanos, por ejemplo en el seno de una sesión espírita o de manera fantasmal, o hasta para producir desplazamiento de objetos. Pero volvamos a la muerte, a esa muerte que nos espera a todos, y que acarrea la separación del alma y el cuerpo por la ruptura del lazo energético que los une. El cuerpo vuelve a ser materia inerte. La vida, es decir la presencia del espíritu y su periespíritu, lo ha abandonado.

 ¿Qué pasa cuando el corazón deja de latir?
El espíritu, acompañado de su periespíritu, se desprende poco a poco de todos los órganos, de suerte que la separación no es completa o absoluta sino cuando ya no queda ningún átomo del periespíritu unido a una molécula del cuerpo. La detención del corazón provoca siempre la impresión de una caída y esa caída es sentida por todos los espíritus, cualesquiera que sean. En ese momento, el espíritu tiene la sensación de girar, de girar a gran velocidad y de caer. ¿Cómo puede tener esa sensación física cuando ya no está en su cuerpo? Siempre gracias al periespíritu y a la materia que lo compone. Todas las células que lo componen vibran a cierta velocidad y tienen así un movimiento rotatorio. Y es ese movimiento lo que percibe el espíritu. Tomemos el ejemplo de una persona que va a tener un malestar o que no se siente bien. Ella tiene la impresión de girar, su espacio cercano ya no está fijo. Eso es simplemente porque su cuerpo y su periespíritu están formados por células que vibran a cierta velocidad y es esa rotación lo que percibe en ese momento. Es lo mismo para el espíritu que acaba de abandonar su cuerpo. Cuando el remolino se detiene, se encuentra entonces ante la entrada de un túnel largo y estrecho, al extremo del cual aparece una luz. Algunos espíritus entran en ese túnel y se reúnen con sus guías, así como con espíritus que han conocido. Otros no entran y se quedan cerca de nuestras vibraciones físicas. Es cierto que ante una muerte idéntica, dos espíritus que tienen una psicología diferente, una vida diferente, una experiencia moral diferente, no vivirán su muerte de igual manera.

Si no se entra al túnel, entonces aparecen imágenes relativas a la vida física, a la vida que acaban de dejar. Es lo que llamamos la turbación. Es el caso de la mujer en la cocina que, en este caso particular, piensa, ve, oye y deduce que no está muerta. Lo que aumenta su ilusión, es que se ve con un cuerpo semejante al anterior en la forma —es su periespíritu— pero sin analizar esta circunstancia, ella no comprende su naturaleza etérea, pues aún se cree viva físicamente. El espíritu se traslada con su periespíritu, de naturaleza fluídica o “semi-material” y en consecuencia, para el espíritu que acaba de abandonar la vida física, el más allá no es completamente inmaterial. Así, el espíritu puede llevar consigo ciertas nociones de tiempo y espacio, tiempo y espacio que habrán sido vividos con más o menos fuerza en el seno de la vida física. El espíritu lleva consigo todo lo que acaba de ser vivido. Lo vivido no es pasado para el espíritu en turbación, sigue siendo presente. Es el caso de Malcolm interpretado por Bruce Willis. Al final de la película es que entendemos que la agresión que sufrió en su casa le ocasionó la muerte. En ese preciso momento, Malcolm despierta de su turbación y se da cuenta de que está muerto. Le dice adiós a su mujer y va reunirse con el mundo de los espíritus conscientes.

¿Por qué estaba en turbación?
La forma de muerte puede ser un factor determinante. Pero como hemos dicho, una muerte idéntica vivida por dos espíritus no conduce obligatoriamente a una turbación en las dos entidades. Malcolm se ha quedado con la idea de un fracaso, el de no haber podido ayudar en su momento al que se convirtió en su agresor y puso fin a sus días. Ese choque psicológico se convirtió en un leitmotiv para él que, más allá de la muerte, se quedó como fijado en esa idea. Es la razón por la cual se dirigió automáticamente a Cole que necesitaba ayuda. Dos ideas lo han retenido cerca de nuestras vibraciones, dos objetivos que se había fijado: ayudar a alguien, en este caso a un muchacho a vencer su miedo, y decirle a su mujer que la amaba. Todo eso lo mantenía cerca de las vibraciones materiales. Esa turbación, la encontramos igualmente en la película Los otros presentada en esta revista.

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