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Camille Flammarion Y LAS CASAS ENCANTADAS 
LE JOURNAL SPIRITE N° 103 janvier 2016

Camille Flammarion, célebre vulgarizador de la astronomía moderna y precursor de la ufología del siglo XX, convencido por esa razón de que la Tierra no puede ser el único mundo habitado en todo el Universo, se apasionó igualmente en toda su existencia por la vida post-mortem. Cuando conoce a Allan Kardec, es seducido por las nacientes ideas espíritas, participa en numerosas sesiones y se vuelve un activo propagador de esta nueva filosofía, colaborando especialmente con escritura en La Revista Espírita. A la muerte de Allan Kardec, se aleja, no en razón de sus convicciones, sino porque las actividades y certezas espíritas concuerdan mal con su vida profesional. Además es afectado por los fraudes de ciertos médiums de la época. Retoma sin embargo el estudio de las manifestaciones espíritas a partir de 1890; frecuenta numerosos médiums célebres tales como Eusapia Paladino, Eva Carrière y Franek Kluski. Habiéndolo fascinado siempre la muerte, en 1899 impulsa una gran investigación sobre los testimonios de manifestaciones de espíritus, de los cuales seleccionará setecientos ochenta y seis casos y con ellos publicará dos series de obras. Es como científico riguroso que estudia los numerosos casos que le son sometidos. Trata de demostrar a sus opositores y especialmente a los metapsiquistas que las manifestaciones post-mortem no pueden explicarse únicamente por la actividad cerebral. Demuestra la inverosimilitud de la hipótesis materialista; estima haber entrado en la época moderna, donde la astronomía ha salido de la astrología, la química de la alquimia, y el espiritismo por su parte debe triunfar sobre todas las ciencias ocultas gracias al estudio objetivo y riguroso, sin apriorismo religioso o científico. A aquellos que pretenden que las revelaciones post-mortem sólo pueden ser la emanación del subconsciente del médium que algunos, como Frédéric Myers, llaman “la impresión latente retrasada”, es decir, una impresión captada por un sensitivo que resurge después de algunas horas, les da este ejemplo que contradice estas hipótesis: un ingeniero de Londres tenía a su servicio, en su fábrica de Glasgow a un joven, Robert Mackenzie, que le era particularmente dedicado. Un viernes por la noche, se desarrolló una pequeña fiesta a la que asistió Robert. Ahora bien, el martes siguiente nuestro ingeniero tuvo un sueño curioso. Cuando discutía con un interlocutor financiero, su empleado Robert, con el rostro de un azul lívido con manchas parecidas a gotas de sudor, se le presentó con cierta brusquedad. Él lo conminó a esperar el fin de su entrevista con su visitante. Robert no obedeció, insistió y le dijo al ingeniero: “Estoy acusado de una cosa que no he hecho, necesito que lo sepa, no he hecho que dicen que hice”. Todavía muy emocionado por aquel sueño, se enteró al día siguiente por correo de que su fiel empleado se había suicidado el sábado anterior a la salida de la fiesta dada la víspera. Comprendió entonces el sentido del sueño y dijo: “No, él no se suicidó”. Robert, creyendo llevarse consigo su botella de whisky, en realidad se había llevado una botella de aguafuerte. Bebió un vaso de ella de un trago y enseguida la muerte se lo llevó con terribles sufrimientos, que produjeron en su rostro las señales físicas entrevistas en el sueño y desconocidas por el ingeniero. Este empleado quería que su jefe, a quien estimaba, supiera la verdad sobre su muerte, por cuanto en la época el suicidio era calificado de crimen en Inglaterra.

Para la redacción de su libro Las casas encantadas, Camille Flammarion estudió con mucho rigor varios cientos de casos; lo que le llevó a rechazar numerosos testimonios provenientes de fabuladores y mentirosos. A veces se pretende que una casa está encantada, para adquirirla barata. A veces también, los testimonios humanos son incompletos, subjetivos y poco fidedignos. Para él hay falsas casas encantadas, lo cual no contradice en nada el hecho de que las moradas lo sean realmente. Inversamente, a veces se calla lo que sucede por razones singulares. Así, una mujer afirma: “He sido testigo de hechos inexplicables, desplazamiento de objetos y ruidos, que he disimulado con cuidado, pues ya no encontraría más domésticos para servirme”.

El caso de la casa de la Rue des noyers en París es singular, pues el ocupante del lugar, acusado de haber provocado tales comportamientos, llevaría a sus adversarios al tribunal, ganaría y obtendría daños y perjuicios. Este caso se remonta a 1860. El Sr. Lesage ocupa un apartamento donde, desde hace cierto tiempo proyectiles, leños a medio quemar, trozos de carbón y de tierra, que salen no se sabe de dónde, rompen los cristales que hieren al paso a las personas, veces gravemente. El Sr. Lesage, a fin de conocer el origen de aquello, recurre a los agentes de policía que sufrirían la misma suerte que los ocupantes y fueron copiosamente rociados de proyectiles. El Sr. Lesage, ganado por el temor, solicitó entonces la rescisión de su arriendo. El propietario sospechó que él lo había inventado todo con miras a poner fin a su alquiler. Fue entonces cuando el Sr. Lesage hizo comprobar debidamente los hechos por un ujier que generosamente lo cubrió también. Se presentó al tribunal para que el propietario fuera condenado por sus falsos alegatos difamatorios.

UNA VIVIENDA TRASTORNADA EN AUVERNIA

En septiembre de 1918, en la aldea de Vodable, una vasta mansión de vacaciones construida sobre los restos de un castillo feudal y ocupada por una decena de personas, es teatro de manifestaciones tan espectaculares como incomprensibles. Durante todo el tiempo de su veraneo, los timbres suenan solos, caen los retratos pegados al muro, un sable fijado al muro es encontrado en el suelo sin su estuche, los clavos que lo fijan al muro están intactos, los cuartos son cerrados misteriosamente desde adentro con llave, impidiendo entrar a sus ocupantes. Otra vez, son encerrados en su cuarto, y las llaves desaparecen; ¡el cerrajero llamado de emergencia encuentra las llaves en su lugar sobre la puerta! El fuego de la chimenea se enciende espontáneamente. En sus camas, los ocupantes encuentran plantas de nabo, platos, tenazas, cardos y hasta el busto del antiguo propietario. Platos y candelabros colocados sobre un mueble, atraviesan la habitación de parte a parte. Cansados, los ocupantes deciden dejar el lugar y algunos regresan a París para encontrar la calma. Sin embargo, durante una cena familiar en París, que reúne a los mismos protagonistas, en particular el sobrino de la propietaria cuya llegada a Auvernia había coincidido con el comienzo de las manifestaciones, la mesa familiar se levanta violentamente y los timbres tintinean sin ser accionados, los sombreros y abrigos de los convidados son encontrados escondidos debajo de las camas. Luego de la partida del sobrino con motivo de la movilización, todas las manifestaciones cesan.

EL PRESBITERIO DE RUIDOS MISTERIOSOS

He aquí un hecho reportado por el célebre naturalista Alfred Russel Wallace. Un pastor vino a habitar con su esposa una casa parroquial muy espaciosa. Desde la primera noche del sábado al domingo, fueron despertados a las dos por un fuerte ruido que hacía pensar en barras de hierro arrojadas violentamente al suelo. La casa fue explorada, pero en vano; nada explicó aquel ruido. La criada, que había dormido allí y también escuchó el ruido, les confesó que había oído hablar de eso, pero que no se imaginaba que fuera tan impresionante. Decidió entonces venir sólo de día y dormir en su casa. El ruido se reproducía a la misma hora todas las noches de los domingos. Al día siguiente, el pastor y su esposa oyeron esta vez el ruido de pasos de un hombre, marchando lenta pero firmemente; allí tampoco, hubo ninguna explicación posible. Otras veces, los ruidos violentos procedían de buhardillas donde se almacenaban diversos objetos. Parecía entonces que todo era zarandeado en un espantoso estruendo, pero en la madrugada todo se encontraba en orden. Prácticamente todas las tardes se dejaban oír unos golpes. Tratando de probar a aquel visitante poco delicado, el pastor le ordenó detenerse y allí los golpes redoblaron su intensidad. Algunos visitantes también daban testimonio de cosas extrañas. Una mujer oía muy claramente los ruidos de un sepulturero que cavaba una tumba. Lo que es muy singular en este asunto, es la actitud de los perros, dos perros guardianes que generalmente no dejaban entrar a ningún extraño, pero que, durante estas manifestaciones, permanecían agazapados en un lastimoso estado de pavor. Un episodio divertido es relatado respecto a una cierta señora de Grandford, víctima de un espíritu golpeador, pero, poco impresionada; ella se acostumbró a sus visitas, bautizándolo “Coco”. Un día solicitó sus servicios, pidiéndole que le avisara de la llegada de un correo importante dando dos golpes en su espejo, ¡lo cual hizo!

LA VILLA FANTÁSTICA DE COMEADA EN PORTUGAL
Luego de numerosas manifestaciones en esta casa, golpes dados violentamente, ventanas y puertas que se abren y se cierran, los propietarios recurren a tres gendarmes que también son víctimas de este espíritu desenfrenado. Uno de ellos, aterrado, por muy poco pierde la razón. En cuanto al propietario del lugar, recibe una bofetada fantasmal que por mucho tiempo le marca la mejilla. Su esposa también es víctima del espíritu que la arrastra por los pies, pero sobre todo, ella experimenta un choque considerable cuando, al entrar en el cuarto donde reposa su hijo, encuentra la cuna vacía y se desmaya de pavor. Se encontró al bebé completamente desnudo, en medio de una mesa de mármol puesto sobre la espalda como un objeto sin valor.

AMBIENTE DE LAS MORADAS

Todas las manifestaciones de encantamiento no presentan el mismo carácter. A veces, la sensación de malestar procede de la vivienda misma, sin que haya presencia de un Espíritu. Los muros, los muebles de una casa, pueden impregnarse de vibraciones que, por otra parte, un psicómetra podrá percibir. Así, una mujer afirma haber estado triste y miserable desde que se instaló en una casa que encontraba muy bonita y cómoda. En el más hermoso de los cuartos, le asaltaba el deseo de saltar por la ventana, sensación que desaparecía en cuanto estaba en el exterior. Después de investigar sobre la pareja que había vivido antes en la casa, resultó que la esposa suicida había terminado por lanzarse por la ventana del famoso cuarto. Otro caso se refiere a la señora Ellen Wheeler que narra este incidente: “Durante el verano de 1874, nos instalamos en un apartamento donde desde la primera noche, fui despertada con sobresalto. Tenía la impresión de que en el techo del cuarto se escondía algo horrible. El ambiente de este cuarto se hacía para mí intolerable y decidí dormir en el salón, donde no sentía ninguna impresión desagradable. Las siguientes noches fueron idénticas; no llegué a dormir en aquel cuarto, experimentaba allí un profundo malestar, hasta el punto de que, cansada por la falta de sueño, resolví marcharme algunos días con mi familia. Durante mi ausencia, me enteré de que el techo se había derrumbado sobre la cama. En el hundimiento del techo, se había encontrado el pequeño cadáver momificado de un recién nacido con la cabeza violentamente torcida”. En las manifestaciones fantasmales se observan con frecuencia los mismos elementos: instrumentos de música que se ponen a tocar solos. Victorien Sardou afirmó haber visto las teclas de su piano ponerse solas en movimiento, atribuyendo eso a su hermana fallecida hacía poco. Se observan igualmente retratos que caen, puertas o ventanas que se abren o se cierran y timbres que suenan. En los casos observados, también es cuestión, a menudo, de péndulos o relojes que se detienen o vuelven a andar. Camille Flammarion ve allí el símbolo del elemento que mide el tiempo que conduce de la vida a la muerte; así en una familia, el balancín del reloj de péndulo comenzó a hacer un redoble sonoro y breve que atrajo la atención de todos los ocupantes. Al día siguiente se enteraron de que a esa hora precisa había fallecido un abuelo, y cosa curiosa, el fenómeno se reprodujo en dos oportunidades, advirtiendo cada vez de la muerte de un pariente En los casos estudiados, las pesquisas e investigaciones policiales jamás aportaron nada, sino que engendraron tales temores que los agentes se negaron a ir a esos lugares.

Ciertas manifestaciones pueden ser el resultado del pensamiento de los humanos, en una forma de autosugestión que no hace intervenir al más allá: se trataría allí del subconsciente humano. Sin embargo, para que los desencarnados se manifiestan por vía fantasmal, y de manera recurrente, es necesaria la presencia una persona que Camille Flammarion calificaba de dinamógena, un intermediario entre el mundo de los muertos y el mundo de los vivos, es decir un médium. Se observa, en efecto, que las manifestaciones sólo se producen en presencia de ciertas personas. Ciertas moradas parecen tranquilas hasta el día en que llega una persona más sensible o que tiene vínculos con el difunto perturbador. Para Camille Flammarion, persuadido de que el alma no se aniquila después de la muerte, los difuntos utilizan estas manifestaciones espectaculares para impresionar, llamar la atención sobre la vida después de la vida, a las personas sordas a las argumentaciones filosóficas o psicológicas. Nosotros sabemos que eso puede suceder, pero que, en la mayoría de los casos, los fallecidos que se manifiestan en tal forma sufren lo que se denomina turbación, de la cual es preciso liberarlos para su bien y para tranquilidad de los vivos.

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