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VICTOR HUGO y los fantasmas de Jersey
FANTASMAS Y CASAS ENCANTADAS
 por JEAN-LOUIS PETIT
LE JOURNAL SPIRITE N° 103 janvier 201618


Se admite ahora que Victor Hugo conoció el más allá a través de las mesas giratorias. En efecto, sería difícil reducir este episodio que correspondió a un momento importante de su vida, en sus veinte años de exilio. Es poco sabido que había fantasmas en Jersey. En primer lugar son espíritus benévolos que responden. Una visitante, Delphine de Girardin, venida de Francia lo persuadió a participar, en la casa de él, en una sesión de mesas giratorias. Estaba de moda en Europa, pero Victor Hugo desconfiaba de ese entusiasmo. Después de algunos días de tentativas infructuosas, el 11 de septiembre de 1853, el velador de tres patas se movió y respondió a la pregunta: ¿Quién eres?: “Hija”; luego: “muerta”. Añadió, en latín: “alma gemela” (en efecto, había una gran afinidad entre el poeta y su hija mayor). ¿Dónde estás? “Luz”. ¿Quién te envía? “Dios”. Un pariente, Charles Vacquerie, hermano del marido de Léopoldine, muerto con ella, apuntó: “Todos sentimos la presencia de la muerta, todo el mundo llora”. Emocionado, Victor Hugo tomaría muy en serio desde entonces estas comunicaciones del más allá, que se extenderían desde septiembre de 1853 hasta octubre de 1855. Más de un centenar de espíritus se manifestaría luego, en los intercambios cada vez más filosóficos y religiosos, que lo marcarían en forma duradera. Después de haber recibido a los espíritus de su hija mayor Léopoldine, luego el de Claire, la hija fallecida de su amante Juliette Drouet, él escribió: “Puesto que ha regresado, y he allí el misterio; escuchamos a alguien flotar, un soplo errar”. (Las Contemplaciones) Victor Hugo siempre sintió presencias ocultas en sus casas y en sus parajes. Muchas veces los habitantes de la isla de Jersey fueron testigos de sus visiones entre los exiliados. En diferentes oportunidades, recibirían, por medio de la mesa, testimonios de la realidad de esas presencias. El 23 de marzo de 1854, cerca de las nueve de la noche, la mesa dio dos golpes e indicó luego que no era un espíritu, y que no podía manifestarse claramente. Se le preguntó entonces: ¿Hay algo que te incomode? Respuesta: “Sí”; ¿Qué? Respuesta, en latín: “Vuestra casa. Si queréis hablar conmigo, venid a la calle”. Entonces uno de los asistentes comprendió e hizo la relación con las conversaciones oídas: “¿Es que eres la Dama Blanca que el barbero dice haber visto cerca de la casa?” Respuesta: “Sí”. Una cita a las tres de la mañana fue propuesta por la Dama Blanca, pero no sería respetada por los participantes. A la hora de la cita, fue el timbre de la casa lo que se manifestó, sin aparición. Seguirían otras entrevistas. Los exiliados de Francia se enteraron entonces, siempre a través de las mesas, que en Jersey había dos fantasmas: una Dama Blanca y una Dama Gris. La Dama Blanca dijo ser una madre que mató a su hijo, y se sabe condenada a errar por concepto de castigo por su crimen. La Dama Gris no dio explicación sobre su estado. ¿Qué esperaban ellas de la asistencia? Comprensión y oraciones que por supuesto son promesas y que sin duda alguna se hicieron. Por estas manifestaciones Victor Hugo llegó a una de las verdades que esperaba: además de la confirmación de la supervivencia del alma, los fantasmas de Jersey aportaron una verdad contraria a las tesis del infierno y del castigo eterno, todavía ampliamente sostenido por las Iglesias. La Dama Blanca sabe que está castigada, pero indica que sabe también que su pena no es eterna. Tiene la esperanza del perdón. Las explicaciones así aportadas tenían un evidente carácter pedagógico; daban un sentido suplementario a las teorías filosóficas que seguirían. Un Espíritu que dijo llamarse Jesús aportó este mensaje: “La nueva revelación, es la inmensa certeza de la gracia y el perdón de Dios. El infierno eterno no existe”. Otro día, la puerta del salón se encontró cerrada desde adentro con llave, con todas las luces encendidas, sin que se viera a nadie. La pieza sería encontrada abierta al día siguiente; entonces estaban disponibles las llaves; la víspera se las había buscado por todas partes sin lograr echarles mano. En otro momento, el Espíritu haría trabajo de adivinación, con un objetivo generoso: un proscrito particularmente pobre, y sin un céntimo, invitado a la sesión, se enteró por un mensaje de que desde Francia estaba en camino un dictamen importante, el cual le permitiría encontrar de qué vivir. El dictamen llegó perfectamente, con el monto anunciado. En fin, toda su vida de allí en adelante, Victor Hugo conservaría la sensación de presencias: roces, cuchicheos, papeles desplazados, etc. no se inquietaría más y viviría con ello, sin temores ni molestia. Sabía que les debía mucho. No obstante debió interrumpir las sesiones de comunicación, porque temía por la salud de su médium principal, su hijo Charles, a quien sentía ganado por la locura. Por supuesto, se había imputado el estado de Charles a la práctica de contactos con el más allá. De hecho, ahora sabemos, gracias a un mensaje espírita recibido del espíritu de Charles, que la causa de su desequilibrio era el opio que consumía. Así Victor Hugo fue obligado a interrumpir la práctica de las mesas que se apoyaba en la mediumnidad de Charles. Adèle, la mujer de Victor Hugo, continuó con otros médiums y otros círculos. Después de su muerte enviaría un mensaje a su marido, a través de una médium norteamericana, la Sra. Hollis, para tranquilizarlo respecto a su estado de bienestar en el más allá. Si bien no practicó más sesiones de comunicación con el más allá, Hugo aceptó desde entonces todas las enseñanzas recibidas y aparecía cada vez más ante la multitud de sus admiradores como el viejo sabio que sostiene los valores esenciales de la Francia generosa, nacida de la Revolución Francesa y del Imperio de Napoleón I. Confirmaría la fuerza de esos testimonios recibidos de los Espíritus en un mensaje espírita obtenido por el Círculo Allan Kardec: “Quiero dar testimonio aquí para vosotros y para aquellos que me lean. Se ha dicho… que el espiritismo fue para mí un consuelo, se piensa que fue entonces el consuelo de un viejo loco que rechazaba la muerte y que, por despecho, se refugió en las mesas giratorias… El viejo loco contempla desde el mundo de los Espíritus su ignorancia y su estupidez. El viejo loco, cuando ha rendido el alma, estaba lejos de las pompas organizadas por la República francesa que lo había olvidado durante más de treinta años, por haberlo desterrado. Yo estaba ya con mi verdadera naturaleza, mi naturaleza espiritual. Es preciso escuchar a los viejos locos que entran en comunicación con los Espíritus”. Incluso en el más allá, Victor Hugo no se desdice ni de las mesas giratorias, ni de la orientación fundamental que los Espíritus trajeron a toda su vida.

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