Translate




LE JOURNAL SPIRITE N° 90 OCTOBRE 2012
DOSSIER LO PARANORMAL Y EL CINE
por MICHÈLE MULLER

COMO SI FUERA CIERTO 

Ciertos autores escriben novelas en las que el tema y las acciones que de él derivan rozan el conocimiento espírita. ¿Son inspiradas o simplemente surgen de una reflexión juiciosa sobre una actualidad que presentaría similitudes con revelaciones espíritas espigadas aquí y allá? Tomemos el caso de Marc Lévy. En 2000, Marc Lévy escribió y publicó una comedia romántica, pero al leer la novela, somos impactados por informaciones recientes del medio hospitalario de ciertos casos inexplicados, como el de la heroína de la novela. He aquí algunos extractos. En el verano de 1996, después de una semana sobrecargada de trabajo, Lauren decidió aceptar la invitación de sus amigos y tomó el volante muy temprano en la mañana. Súbitamente, en el centro de la ciudad, la dirección del vehículo se volvió incontrolable y sobrevino el accidente mortal. Después de un minucioso examen del encefalograma plano, el cirujano consideró que estaba muerta y debía ser conducida a la morgue. Lauren era interna en medicina, alumna de este cirujano. Habiendo participado largamente en los primeros auxilios, sin haberla podido volver a la vida, su asistente la había visto respirar durante el traslado e insistió para que fuera operada, lo cual se hizo. En el invierno de 1996, habiendo alquilado un apartamento hacía diez días, una tarde Arthur descubre a una mujer dentro del armario de la sala de baño. Sorprendido, le preguntó qué hacía allí y la respuesta fue: “¿Usted me ve, me oye, puede tocar mi brazo?” Ella parecía sorprendida y feliz de que él la viera, pudiera palpar su brazo a pedido suyo y que la oyera. Exasperado, él confirmó que había sentido su brazo, que la veía y la oía perfectamente pero no comprendía este género de preguntas y la intimó a volver a su casa. Al darse cuenta de que él la tomaba por una loca, Lauren le pidió que confiara en ella y le creyera, porque era la única persona en el mundo con quien podía compartir su secreto. Expuso entonces su nueva situación, luego de una operación siguió en coma desde hacía seis meses. Había recobrado la conciencia en la sala de recuperación. Oía todo pero no podía comunicarse con el exterior. Había vivido entonces el mayor temor de su vida y quería morir. Veía con frecuencia a su madre y le suplicaba con el pensamiento que la ahogara con la almohada. Y un día, por el sueño o el pensamiento, deseó volver a ver los lugares del hospital que conocía tan bien. Podía observar a sus colegas y a las enfermeras en sus tareas. Nadie la veía, la gente pasaba alrededor de ella sin siquiera tratar de evitarla, totalmente inconsciente de su presencia. Cuando se sentía fatigada, se reintegraba a su cuerpo. Después de tres meses de ejercicios, había conseguido alejarse del recinto hospitalario. Asistía a las comidas de las parejas en los restaurantes, miraba la mitad de una película en el cine, iba a casa de su madre, a su apartamento, al que había alquilado a Arthur y donde mejor se sentía. “Vivo en una soledad absoluta. Usted no se imagina lo que es no poder hablar con nadie, ser totalmente transparente, no existir más en la vida de sus amigos, yo puedo verlos pero eso hace más mal que bien. Entonces, usted comprenderá mi sorpresa y mi excitación cuando me habló en el armario, cuando me di cuenta de que me veía. No sé por qué, pero con tal de que esto dure, necesito hablar y usted me toma por un desquiciada”. Arthur le pide que se ponga en su lugar, ¿cómo habría reaccionado ella si descubriera a un hombre en su armario del baño? Por supuesto, encontraba su secreto turbador, sorprendente, inhabitual, no sabía qué decir, quería ayudarla pero no sabía cómo hacerlo. Ella le preguntó si podía quedarse en el apartamento, se haría muy pequeña y no lo desarreglaría. Pero Arthur realmente no le creía. Lauren replicó que nadie podría inventar una historia parecida e hizo el inventario de todos los hechos y gestos de Arthur en el apartamento: desplazamiento de muebles para volver a colocarlos en su lugar inicial, dos tazas rotas, el contenido y las horas precisas de las conversaciones telefónicas con su antigua amiga, con su amigo asociado de trabajo; ella lo veía actuar, pues, desde que él se había mudado al apartamento. Demasiado cansado, él no lograba razonar y la tomaba por loca, a pesar de la veracidad de los hechos descritos.
Ella lo forzó entonces a ir a verla en su cama de hospital. Al llegar a la habitación de Lauren, Arthur vio a una mujer en la cama. El parecido era sorprendente, la mujer inerte era más pálida que su doble que le sonreía. Dio un paso atrás: “Es imposible, ¡tú eres su hermana gemela!” Lauren le explicó que realmente era ella: “No hay trucos, yo no tengo hermana, trate de admitir lo inadmisible. No lo tengo sino a usted, es preciso que me crea”. Después de la incursión al hospital y a la vista del rostro que tomaba por el doble de una hermana que, de hecho, no existía, Arthur consintió con reticencia en dejar a Lauren venir a su casa. Con el tiempo surgió una complicidad amorosa. Arthur trataba de comprender y ayudar a Lauren a salir del coma. Viéndose con frecuencia, llevaban una suerte de vida de pareja. Ella lo acompañaba al restaurante donde él le hablaba, tendía el brazo para besarle la mano y Arthur advirtió que varios grupos de comensales le miraban fijamente, perturbados en su almuerzo por aquel individuo que hablaba y hacía gestos en el vacío. Compartía también sus paseos y la tenía por el hombro. Sus amigos que lo veían con el brazo levantado horizontalmente no comprendían y pensaban que se trataba de alguna depresión nerviosa como consecuencia de la ruptura con su antigua amiga. Algunos meses más tarde, en la noche, Lauren gritó y le hizo comprender a Arthur que se sentía desaparecer, que se la elevaba y mientras hablaba, su apariencia se hizo transparente. Entre los brazos de Arthur, su abrazo se apretó sobre un vacío y sobre un beso inacabado, terminó por desaparecer. No la revivió más. Por noches y días él quedó postrado, ya nada tenía importancia, hasta el teléfono estaba descolgado. Sabía que ella debía sufrir la eutanasia. Diez días después, su amigo y asociado, enloquecido por su ausencia y conociendo la presencia de un “fantasma”, repiqueteó a su puerta, encontró el piso en desorden y colgó el auricular que comenzó a sonar. Arthur recibió la siguiente comunicación: “Desde hace varios días he intentado llamarle sin respuesta, para informarle que mi hija Lauren salió del coma hace diez días por una razón que todo el mundo desconoce”. Tres semanas más tarde, recuperó el uso de la palabra y luego compartieron una verdadera vida de pareja.
El autor tituló su novela: Como si fuera cierto. En lo que respecta a la ciencia espírita, los fenómenos contenidos en esta historia corresponden a realidades conocidas que se pueden analizar: - Arthur tiene la posibilidad de ver a Lauren, de oírla, de rozar su mano, de tocar su rostro. Lo que ve es su periespíritu materializado. Él no puede tocarla ni oírla si ella no materializa su periespíritu que se vuelve entonces palpable y visible, y ese estado dura sólo poco tiempo. Cuando el periespíritu de Lauren ya no está materializado, Arthur tiene todavía la posibilidad de verla pero pocas personas poseen esa facultad. Cuando su periespíritu se hace invisible, él siempre la percibe, está aún en telepatía, y en los momentos de ternura, sus caricias o besos no encuentran más que el vacío, pues el periespíritu, aún visible para él, sin embargo ya no es palpable.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario