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                     Hypnos, dios griego del sueño.Museo Británico

DOSSIER LAS FACULTADES PSÍQUICAS
LA HIPNOSIS : una terapia y un camino hacia el espíritu
 por MOHAMED MAÏ
LE JOURNAL SPIRITE N° 111 janvier 2018

La palabra hipnosis tiene como origen el nombre del dios griego del sueño, Hypnos, que, según la mitología griega, tenía la capacidad de dormir a los dioses y los hombres, y de curarlos durante su sueño. En primer lugar se define la hipnosis por el estado que provoca. Se dice comúnmente que es un estado modificado de conciencia en que el sujeto se encuentra en alguna parte entre el sueño y la vigilia. Al contrario de lo que podría sugerir su etimología, la hipnosis no es pues lo mismo que el sueño de nuestras noches. Es un estado particular de relajación en el cual, paradójicamente, el espíritu está a la vez desconectado de su entorno físico y particularmente sensible a la sugestión. El fenómeno de la hipnosis es aún mal comprendido, también está sujeto a muchos enfoques. Es conveniente pues mantener de ella una definición amplia para no descuidar la menor pista a seguir para una investigación seria en este vasto campo.
Una primera aproximación al estado hipnótico es la que encontramos en el estado natural. Cada uno de nosotros vive esta experiencia a diario, sin darse cuenta forzosamente de que se trata de hipnosis. Cuando estamos perdidos en nuestros pensamientos, cuando soñamos, cuando nos sumimos en un libro o en una película, estamos en un estado de hipnosis. En efecto, durante esos instantes, nuestra atención se despega progresivamente de la realidad cercana, se reducen la conciencia de nosotros mismos y nuestro juicio, mientras que nuestro dejar pasar aumenta. Observamos también ese estado antes del adormecimiento, ese momento de relajamiento cuando podemos tener la sensación de que el espíritu se libera y que es llamado hipnagogia. Según ciertos estudios, la conciencia necesita naturalmente vivir esta desconexión; son las microfases de hipnosis que totalizarían una veintena de minutos cada cuatro horas. Esta necesidad fisiológica se inicia también a veces cuando conducimos por largas carreteras monótonas. De alguna manera nuestro consciente se cansa, y es entonces el inconsciente el que toma el volante, como de manera automática. Esa carretera que desfila, esa monotonía de las líneas blancas que se suceden y se parecen, crean una repetición que termina por poner la conciencia en vela y hacernos perder la noción del tiempo. Por otra parte este fenómeno de repetición es una de las técnicas utilizadas para inducir voluntariamente a una persona bajo hipnosis, al contrario de la hipnosis natural. Se trata del segundo enfoque, el más conocido y que abordaremos, a saber, la inducción hipnótica. Esta hipnosis provocada crea entonces los mismos efectos que la hipnosis natural, pero a diferentes estadios de profundidad según el método utilizado, el objetivo general que es poner en vigilia la vigilancia y la conciencia, para llevar luego al paciente a una suerte de sueño guiado. Éste puede ir de la simple hipnosis llamada suave, conversacional a una hipnosis más directiva que permite entrar más rápido y a veces más profundamente en el trance hipnótico. En espiritismo, la hipnosis tiene un lugar muy importante. Durante una comunicación mediúmnica, un Espíritu nos la define como “una forma paralela de sueño fisiológico que conduce al sujeto dormido a despertar sus fuerzas inconscientes marchando así al descubrimiento de su verdadera naturaleza, a saber, el espíritu”. Este mensaje resume pues lo que acabamos de definir sobre la hipnosis agregándole su finalidad espírita, a saber el descubrimiento de nuestra naturaleza espiritual. Se trata entonces de poner en contacto nuestras partes consciente e inconsciente que, sumadas armoniosamente, revelan nuestro espíritu y su poder benéfico sobre nuestras vidas. Estas particularidades de la hipnosis en espiritismo, que pormenorizaremos más adelante, enriquecen su definición dándole otra dimensión; es por ello que le damos el nombre de hipnosis espírita para distinguirla de la definición clásica.

UNA BREVE HISTORIA DE LA HIPNOSIS: DE MESMER A MESSMER 

Mirando hacia el pasado con nuestros conocimientos actuales sobre la hipnosis, ciertas prácticas antiguas representadas, por ejemplo, en las pinturas rupestres de Dordogne, las tablas sumerias o los pergaminos egipcios, muestran que la sugestión hipnótica con fines terapéuticos se practicaba hace ya miles de años. En una de las definiciones que nos han dado los Espíritus sobre la hipnosis, se dice que es “un acto natural que fue empleado en todas las épocas de la humanidad y que ha respondido a diferentes denominaciones, como fascinación, sugestión o sonambulismo provocado”. Estas palabras nos pueden recordar que no hay una sola historia de la hipnosis, sino que ella ha tenido muchas denominaciones y que su interpretación depende del punto de vista y el medio en que ha sido estudiada. La hipnosis es pues universal; no es un descubrimiento reciente sino una práctica antigua extendida y que sigue evolucionando. Sin duda, hay igualmente numerosas civilizaciones con tradiciones y transmisiones orales, de las que hemos perdido el rastro, de un saber precioso sobre este tema. Entre las primeras documentaciones que encontramos, citemos los textos del médico y filósofo persa Avicenne que, en el siglo XI, menciona la relación cuerpo-espíritu aplicada a los conceptos de sugestión y autosugestión. No obstante podemos acelerar el tiempo y detenernos en la Europa de las Luces. Una época que nos interesará en la medida en que la hipnosis comienza a ser estudiada en un contexto de efervescencia intelectual y científica que, por otra parte, engendró las ciencias humanas. Fue el médico de Bade Franz-Anton Mesmer quien contribuyó grandemente a la popularidad de este fenómeno, y a su estudio racional, a finales de los años 1770 por medio de su teoría del magnetismo animal. Sacó entonces el fenómeno hipnótico de los conceptos mágicoreligiosos para introducirlo en la medicina de la época. Gracias a ese impulso, el mesmerismo, lo que hoy se llama hipnosis, va entonces a tomar forma poco a poco durante el siglo XIX. Citemos, por ejemplo, al cirujano escocés James Braid que, en los años 1850, distinguió el “magnetismo animal” del fenómeno de sugestión. Popularizó entonces el término inglés hypnotism que más tarde se volvería hipnose en francés. Efectuó igualmente muchas operaciones bajo hipnosis y desarrolló la inducción hipnótica por fijación visual de objetos. Entre 1882 y 1892 es la edad de oro de la hipnosis en Francia, bajo la égida de dos escuelas que se enfrentan para determinar la naturaleza misma de la hipnosis: la escuela de la Salpêtrière y la de Nancy. El neurólogo Hippolyte Bernheim, habiendo estudiado las publicaciones de James Braid, se asoció al doctor AmbroiseAuguste Liébault, para crear la escuela de Nancy. Ambos
contribuyeron grandemente al advenimiento de la hipnosis contemporánea. Del lado de la escuela de la Salpêtrière en París, el doctor Jean-Martin Charcot fue el primero a introducir la hipnosis al hospital. Sin embargo, limitó su utilización a una simple manera de descubrir la histeria. Para la escuela de la Salpêtrière, “un individuo hipnotizable es con frecuencia un histérico, ya sea actual, o en potencia, y siempre un neurópata, es decir un sujeto con antecedentes nerviosos hereditarios, susceptibles de ser desarrollados frecuentemente en el sentido de la histeria por las maniobras de la hipnotización”. A lo a que el doctor Bernheim replica: “Todos los fenómenos comprobados en la Salpêtrière no existen cuando las experiencias se realizan en condiciones tales como que la sugestión no sea en juego, los sujetos no las realizan sino cuando saben que deben realizarlas”. La experiencia y el estudio profundizado dieron la razón a la escuela de Nancy que tenía entonces, para la época, una reputación mundial y atraía como alumnos a futuros grandes nombres tales como Emile Coué o Sigmund Freud (que, por otra parte, frecuentó las dos escuelas). No obstante, este último rechazaría a sus padres que fueron Charcot y Bernheim, abandonando la hipnosis, para dar nacimiento al psicoanálisis. Fue a partir de ese momento que la hipnosis cayó un poco en el olvido en Europa. La renovación tendría lugar en los Estados Unidos a mediados del siglo XX, gracias a los trabajos del psicólogo norteamericano Clark Léonard Hull, respaldo de la escuela de Nancy. Luego fue, sobre todo, uno de sus discípulos, Milton Erickson, quien recogería la antorcha y devolvería a la hipnosis una resonancia mundial. Este último está en el origen de un método de hipnosis suave, indirecto, conversacional que lleva su nombre. Para distinguir las dos grandes corrientes metodológicas, se les puede oponer la hipnosis clásica que podríamos vincular a la hipnosis elmaniana, de la que el doctor Dave Elman fue promotor en los años 1930. Ésta es más directa y utiliza técnicas de inducción rápida como la confusión mental, la repetición, seguida de una sugestión situada en un momento clave. Se trata de eludir el factor crítico del paciente, la barrera de su ego para hacerlo entrar en un profundo trance hipnótico. Así, la hipnosis ericksoniana acompaña al paciente poco a poco, descendiendo paso a paso hacia el inconsciente, mientras que en la hipnosis clásica o elmaniana, se provoca una caída del paciente hacia su inconsciente, como se ve de modo literal en la hipnosis de espectáculo que también puede poner al sujeto hipnotizado en un estado sonambúlico. La hipnosis ericksoniana es la más utilizada en Francia actualmente en el medio de curación. Pero ciertos terapeutas utilizan numerosas variantes ubicadas entre la hipnosis indirecta y la clásica para adaptarse lo mejor posible a cada paciente. Hoy en día, una de las personalidades más conocidas del gran público francófono cuando se habla de hipnosis de espectáculo, es el canadiense Messmer (apodo que se dio en homenaje a Franz-Anton Mesmer). Utiliza la hipnosis directa o de tipo elmaniano que aparece de una formidable eficacia en términos de velocidad de inducción. A menudo desacreditada por su inutilidad, comparada con la hipnosis terapéutica, la hipnosis de espectáculo correctamente llevada podría, no obstante, hacer evolucionar las ideas sobre el tema, tomando un camino más pedagógico, después de haber llamado la atención de las multitudes por su ángulo espectacular. En efecto, hacer olvidar a alguien su propio nombre, o hacerle comer una rebanada entera de limón sin que haga muecas por la acidez, persuadiéndolo de que se trata de una manzana, son fenómenos que llaman la atención, o que deberían llamar la atención del público… En efecto, estamos todavía en una sociedad que privilegia la forma y, por tanto lo espectacular, sobre el fondo, o sea el significado profundo y la naturaleza de las cosas. Por esto, como dice hoy Messmer, dictar conferencias sobre la hipnosis no haría venir sino a muy poca gente, comparando con los miles de personas que afluyen para ver sus representaciones. Él entonces propone su espectáculo también como una vitrina de la hipnosis terapéutica, como hacen ciertos hipnotizadores que combinan los dos tipos de hipnosis para llamar la atención de la gente sobre la realidad y las virtudes terapéuticas de esta disciplina. En el curso de su rica historia, la hipnosis ha sobrevivido renaciendo muchas veces. Forma parte de esas realidades, rechazadas o desconocidas por la ciencia durante un tiempo, y que luego finalmente son reconocidas y estudiadas gracias a los resultados y a una eficacia que se imponía. Medidas por IRM (*) sobre personas bajo hipnosis, han mostrado zonas del cerebro activas que no corresponden ni al estado de vigilia, ni al del sueño, ni a ningún otro estado registrado fuera del estado hipnótico. Estas medidas, combinadas con otras por electro-encefalograma, demuestran científicamente que la hipnosis es un estado particular de la conciencia y no el juego de la imaginación. Es así como se ha convertido en un eje de investigaciones científicas con pleno derecho. En 2001 hasta se crea en Francia una licenciatura universitaria. El interés del mundo médico por la hipnosis se extiende poco a poco en los centros de atención, y existen adiestramientos específicos para los médicos, dentistas y cirujanos que deseen utilizarla como complemento. El retraso en este campo en Francia se recupera poco a poco, y la hipnosis se invita a la sede de los hospitales dando resultados muy positivos. Los ejemplos de sus aplicaciones son legiones. En cirugía, por ejemplo, existe en ciertos hospitales lo que se llama la hipnosedación, para los pacientes que lo deseen. En el marco de operaciones ligeras, se trata de reemplazar una anestesia general por una anestesia local combinada con hipnosis. Eso da excelentes resultados, que permiten a los pacientes recuperarse más rápidamente, con mucho menos efectos secundarios post-operatorios. Igualmente, la hipnosis médica permite aliviar ciertos tipos de dolores crónicos contra los que los medicamentos no pueden nada. Es también un método cada vez más apreciado por la mejoría de los resultados cognitivos en los deportistas de alto nivel, entre otros. La ciencia descubre así todas las posibilidades del cerebro, en otras palabras, todo el poder del espíritu.
(*) Resonancia Magnética (N. del T.)

ACCEDER A ESTE DESCONOCIDO DE NOSOTROS MISMOS

La fuerza de la hipnosis reside en su capacidad para darnos acceso y hacer mover la parte más grande de nosotros mismos: nuestro inconsciente. Un Espíritu nos dijo a este respecto que la hipnosis “es un encuentro perfecto del alma y el cuerpo, una simbiosis armoniosa y medida del inconsciente y de los valores que allí se relacionan”. Nuestra relativamente débil evolución induce a una débil conciencia de nosotros mismos, en estado encarnado no tenemos el total conocimiento de lo que somos. Sin embargo, es el inconsciente el que principalmente administra nuestra supervivencia, nuestra vida y nuestros comportamientos. Ese gigantesco depósito, que contiene todo lo que hemos vivido, todas nuestras experiencias y más profundamente aún nuestras vidas anteriores, también administra nuestras funciones vitales sin que necesitemos hacerlo conscientemente, desde nuestra respiración hasta la división de cada una de nuestras células. Está también en el origen de un muy buen número de nuestros comportamientos, sin que lo sepamos. Nuestra conciencia no aparece entonces sino como un estrecho haz de luz que trata de sondear un inmenso paisaje en total oscuridad, el paisaje de nuestro inconsciente, de nuestro desconocido. Desde el punto de vista psíquico, esta parte inaccesible de nuestro espíritu almacenará pues las experiencias vividas y creará automáticamente mecanismos de reacción repetitivos, frente a lo que “cree” ser una misma situación. Nuestra conciencia los recibe y los aplica, creyendo la mayoría de las veces que ha actuado por sí misma. Es entonces cuando pueden surgir los bloqueos o las neurosis (como decía Freud), cuando las aspiraciones de nuestro consciente, de nuestra voluntad, se encuentran en oposición ante los mecanismos obsoletos que el inconsciente continúa reproduciendo frente a situaciones nuevas. Sentimos que algo no va en el fondo de nosotros, pero por definición no tenemos acceso allí. Esta es una de las causas de desequilibrios del psiquismo que pueden repercutir igualmente en el cuerpo y provocar toda clase de enfermedades y desórdenes psicosomáticos. Es allí donde la hipnosis interviene entonces como la herramienta última de equilibrio, pues como nos lo dice un Espíritu: “Sólo el sueño hipnótico puede conducir al espíritu y su cuerpo a un reajuste satisfactorio”. El objetivo entonces es borrar todos esos aprendizajes antiguos que, si bien en cierto momento, en una época dada, han servido como mecanismos de protección, se han vuelto obsoletos y bloquean en el nuevo presente. Es preciso pues, en primer lugar llegar a ese inconsciente por métodos muy variados y más o menos directos como hemos visto. Es preciso encontrar ese estado de receptividad, soltarse, esquivando nuestro ego, nuestro factor crítico, para llegar a ese centro de nuestros aprendizajes. Todo eso no puede hacerse fácilmente si se está solo, y quizás sería aterrador comprobar uno mismo el número de estos mecanismos bloqueadores que están anclados en nuestros respectivos inconscientes. El hipnoterapeuta es la persona que acompañará al paciente en esta inmersión curativa hacia el inconsciente.

UNA RELACIÓN DE CONFIANZA, LA GARANTÍA DE ÉXITO


En su acompañamiento, el terapeuta tiene como primera misión una escucha activa del paciente para determinar lo mejor posible su objetivo. Cuanto más claro y preciso sea el objetivo de la sesión, con más eficacia se desarrollarán las sesiones de hipnosis. Por ejemplo, no basta contentarse con un pedido del paciente como “deseo ser más feliz”. Después de un recibimiento en un marco agradable y tranquilo, el terapeuta puede comenzar, si es necesario, por desenmarañar lo verdadero de lo falso, respecto a las ideas recibidas sobre la hipnosis. Es indispensable crear un clima de confianza y tranquilizar al paciente, confirmándole, por ejemplo, que tiene control de la sesión de comienzo a fin y que en cualquier momento puede salir de ese estado. Ciertos hipnotizadores, con toda transparencia, deciden, de acuerdo con el paciente, grabar toda la sesión y luego enviarle la grabación al terminar la sesión. Eso permite, no sólo aumentar la confianza entre el paciente y el terapeuta, sino también al paciente volver a escuchar la sesión en su casa en cualquier momento y entrar en una autohipnosis personalizada. Entonces puede comenzar la sesión, y el hipnotizador inducirá y profundizará el trance hipnótico. Es en ese momento cuando debe revelarse toda la creatividad del hipnotizador, debe volverse el guionista que utiliza el vocabulario interior del paciente. A diferencia de una sesión de psicoanálisis, no se trata para el terapeuta de oír hablar, sino de hacer hablar a las emociones del paciente, haciéndole vivir una experiencia a través de un encuentro y un diálogo con su ser profundo. La finalidad de las sesiones es llegar a negociar con ese inconsciente, seducirlo de alguna manera para hacerle aceptar las sugestiones positivas en función del objetivo terapéutico buscado. Esa relación hipnotizador/hipnotizado se basa en la complicidad, la confianza y las cualidades humanas del hipnotizador serán más importantes que su técnica de inducción. Entonces puede comenzar el sueño guiado y cuanto más profunda sea la hipnosis, más escuchará el espíritu y aplicará las sugestiones. El hipnotizador puede utilizar un lenguaje metafórico, con símbolos, que son muy comprendidos por el inconsciente y formular las sugestiones en términos positivos pues este último no comprende la negación. El hilo conductor de la sesión podrá ser luego esta indicación de un Espíritu: “En materia de hipnosis, la imaginación es «reina» pues se convierte en realidad”. Así podrá ser aplicada la ideoplastia, para poner al paciente en el estado de ánimo del éxito futuro de su objetivo. Esto a fin de convencer al inconsciente de que acepte los nuevos mecanismos benéficos. Al crear ese puente de acceso a nuestro centro de aprendizaje, las posibilidades de la hipnosis aparecen impresionantes. Se vuelve entonces posible trabajar sobre todos nuestros desequilibrios y nuestras estrategias de compensación, ya sean la ansiedad, el estrés, las adicciones, ciertas alergias, dolores crónicos, estados depresivos, traumatismos, fobias, adicciones como el tabaco, la bulimia o hasta la mejoría en nuestros desempeños. Un solo aliento no bastaría para enumerar sus posibilidades curativas. Es incluso la prueba de que el espíritu y el cuerpo están íntimamente vinculados, y que es el espíritu el que tiene el dominio del cuerpo y no lo contrario.
 
LA HIPNOSIS ESPÍRITA: UN CAMINO HACIA LA BÚSQUEDA DEL ESPÍRITU


Cuando el más allá se comunica con nosotros, no nos da de respuestas exhaustivas y ya listas. Y aun cuando los Espíritus lo hicieran, en el mejor de los casos no comprenderíamos su sentido, y en el peor eso podría perturbarnos en nuestra evolución. En efecto, este no es un curso de filosofía que aprendería a leer un niño. Además, indicar el camino es una cosa, hacerlo por nosotros es otra. El papel de nuestros espíritus guías en nuestras vidas encarnadas es comparable al de los buenos terapeutas en el marco de una sesión de hipnosis. Simplemente nos encaminan hacia la mejoría de nosotros mismos, utilizando la vía y la voz de nuestro inconsciente. Nos alientan para nuestra evolución y en consecuencia, la de los demás. Raras veces los Espíritus nos han propuesto con tanta fuerza que nos interroguemos, que practiquemos e impulsemos nuestras investigaciones como lo han hecho con la hipnosis. Hace más de treinta años, cuando la medicina todavía le daba la espalda, y una buena parte de la población consideraba la hipnosis como una magia, un Espíritu nos hablaba sobre esta ciencia terminando su comunicación de esta manera: “El camino irá lejos, pero el camino será diferente, cuando hayáis encontrado vuestras verdaderas naturalezas y cuando la hipnosis haya triunfado sobre vuestros cuerpos. Permitidme concluir este mensaje salmodiando tres veces la palabra, pues ello cuenta: la hipnosis, la hipnosis, la hipnosis, en aquello que os invita al encuentro de vosotros mismos”. Al invitarnos a practicar la hipnosis, los Espíritus nos han ayudado a construir la hipnosis espírita. Como lo indica un miembro de nuestra asociación que es médico e hipnotizador: “La intención del hipnotizador espírita es dirigirse a la totalidad del espíritu”, dentro de una forma de practicar que “reconoce y transmite al paciente la realidad de la preeminencia del espíritu”. A partir de allí, el hipnotizador espírita aportará su toque de sugestión que sacudirá el espíritu del paciente que se reconocerá y entrará en acción. Como siempre, los Espíritus nos dan una brújula que indica el camino de un porvenir radiante. Nos muestran aquí el camino del potencial de la hipnosis y sus posibilidades casi infinitas. Un energía que en el futuro permitirá actuar consciente y directamente sobre nuestro propio inconsciente, nuestro cuerpo, nuestras células, y en lo más profundo de nuestro ADN, de nuestro ser, allí donde el espíritu y la materia se encuentran, y entrechocan sin cesar por el vínculo periespiritual para dar impulso y forma a la vida encarnada. No es otra cosa que la fuerza del pensamiento, de la que muy a menudo se trata en espiritismo, en la oración o en todo trabajo de pensamiento. Es esta fuerza la que nos permitirá salir de esta época del todo químico, del puro medicamento, una época en que a veces debemos envenenarnos para curar nuestros males. A la larga, cuando la hipnosis sea mejor dominada, será posible igualmente remontarnos con certeza a nuestras vidas anteriores para poder curar allí los bloqueos y desórdenes acumulados. Como lo deja entrever su metodología, el alcance de la hipnosis espírita no está vinculado únicamente a sus virtudes terapéuticas sobre el cuerpo y el espíritu como en la hipnosis en general (aun cuando estas virtudes son de una extrema importancia y participarán en su reconocimiento y su práctica generalizada). La importancia es más profunda, se trata de poner en evidencia nuestra verdadera naturaleza que se nos escapa más o menos en nuestras vidas encarnadas. Se trata de llevar a una progresiva toma de conciencia de ese algo que descubrimos, y que con demasiada frecuencia llamamos “cerebro humano”, en un lenguaje demasiado púdico o excesivamente materialista. Este algo, es el espíritu, nuestra individualidad, ciertamente impalpable, pero muy presente. Disciplina extremadamente prometedora, la hipnosis no debe caer más en el olvido y debe conocer el éxito que merece. Debe ser finalmente desmitificada en nuestro planeta y ser reconocida, no como la influencia de una persona sobre otra, sino como una herramienta de dominio de nuestro inconsciente. Este dominio tiene vocación a ser total, tal es uno de los fines últimos de nuestras encarnaciones. La hipnosis debe extenderse y debe salir del círculo de los especialistas, principalmente por medio de la autohipnosis que tiene científicamente una eficacia demostrada y es recomendada por el más allá. Ella deberá ser una consecuencia y un complemento de las sesiones de hipnosis acompañada. La hipnosis no solamente debe curar, sino igualmente ayudarnos a mejorar y descubrir nuestras insospechadas capacidades, tenida hoy en día como un milagro cuando el más allá nos hace eco de ella, pero que mañana será una realidad. La hipnosis debería ser un hábito, una higiene de vida en sus diferentes fines que son la curación, el conocimiento y la mejora de nosotros mismos. A largo plazo esta disciplina nos iniciará absolutamente en el marco del reconocimiento del espíritu, para acelerar nuestro ascenso hacia esa “fuerza atractiva en la cual deberemos reunirnos todos un día, cualquiera que sea nuestro estado y nuestra condición”, como ha venido a decir el espíritu doctor Liebault, que termina su comunicación unificando las disciplinas que permitirán ese ascenso : “Hipnosis, clarividencia, telepatía, magnetismo, realidades todas que no pueden tener sentido real y eficaz sino en el interior de otro término que las reúne: espiritismo”.

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