Translate



EDITORIAL
JACQUES PECCATTE por
DESIGNIO DIVINO Y REENCARNACIÓN

LE JOURNAL SPIRITE N° 111 janvier 2018

 ¿Puede el mundo avanzar sin Dios ignorando los designios del creador? La evolución de la humanidad desde sus orígenes, se ha realizado a partir de creencias y supersticiones, sin duda muy ingenuas, pero que indicaban un sentimiento profundo y hasta instintivo de una pertenencia a lo universal más allá del elemento materia. Hacían falta ídolos o dioses invisibles para simbolizar el amor, la guerra, los elementos o las fuerzas de la naturaleza. Hubo igualmente el culto debido a los antepasados que se suponía vivían en otro mundo. ¿No existía entonces el sentimiento innato de una humanidad que sentía la necesidad de estar vinculada a fuerzas invisibles ya percibidas como creadoras y trascendentes? Más tarde, con los primeros filósofos materialistas, se consideró que las creencias tradicionales habían tenido como única virtud tranquilizar al humano sobre su angustia existencial, al no ser éste aún capaz de liberarse de las supersticiones que le eran necesarias para soportar la vida. Estos filósofos, en un momento crítico del siglo XVIII, fueron, entre otros, La Mettrie, Diderot, d’Holbach, Helvétius y Cabanis, precursores del materialismo dialéctico de Karl Marx, en quien la idea tomó entonces un giro más político y social, indicando que las creencias del pasado habían sido pretextos para la esclavitud de los pueblos y las religiones instrumentos de poder al servicio de los poderosos. Lo cual no podemos negar, pero sin embargo, ¿no se podrían considerar espiritualidades no coercitivas que hubieran sido liberadoras y emancipadoras? Algunos como Voltaire, el deísta anticlerical, lo habían comprendido, pero no se puede decir que esa opción tuviera verdaderamente muchos discípulos. Más cerca de nosotros, y para contradecir el fundamento materialista del marxismo, los cristianos progresistas han querido desmentir la idea de “religión opio del pueblo”. Fueron los teólogos de la liberación de Latinoamérica, por ejemplo, los creyentes no conformistas en lucha contra los grandes hacendados del Brasil a los cuales estaban sometidos en una dependencia total. Fue cuando cierta forma de marxismo se abría camino entre las poblaciones rurales y los eclesiásticos, entre los cuales el más conocido fue dom Hélder Câmara (19091999). Varios de ellos fueron asesinados por haber fomentado un movimiento de libertad y emancipación, pidiendo simplemente una nueva distribución de las tierras para luchar contra la esclavitud en el medio rural.

ÉTICA ESPÍRITA Y VALORES UNIVERSALES

Los valores humanistas fundamentales son sensiblemente idénticos unos de otros según los puntos de vista filosóficos, cuando son valores universales admitidos y predicados por todos los progresistas que recurren a todas las nociones de justicia, igualdad, libertad y emancipación para todos los seres humanos sin excepción. Los encontramos en diferentes culturas, espiritualistas, agnósticas o ateas. En el plano espírita, lo que podemos aportar como diferente, serían las nociones suplementarias que vendrían a apoyar el sentido de estos valores universales y justificarlos a partir de principios espirituales. Cuando se afirma que todos los humanos son libres e iguales en derechos, argumento contenido en la Declaración de los Derechos del Hombre, se queda allí en una posición abstracta de principios, que da una dirección pero que nunca ha encontrado realmente toda su aplicación. La naturaleza humana está hecha así, de manera que los egoísmos acaban a menudo por prevalecer frente a las tentativas de emancipación. ¿Por qué? Porque vivimos globalmente en una situación de inferioridad, respecto a la evolución posible de una humanidad que todavía está balbuceante en inteligencia y en moral. Por el conocimiento espírita, sabemos que la Tierra es un mundo habitado entre otros, un mundo que es a la imagen del nivel evolutivo de sus habitantes, y que deberá transformarse en conciencia y en amor.

EL DESIGNIO DIVINO

 Vayamos ahora al argumento espírita, determinante en la reflexión humana, el de una fuerza divina en el origen de nuestras vidas. ¿Puede hacerse evolucionar el pensamiento sin Dios? Sí, en cierta medida, es lo que han intentado hacer los filósofos ateos o agnósticos, los Sartre, Camus y otros quienes, estimando que el mundo no tenía sentido, han querido entonces darle uno. Es una apuesta muy loable querer transformar un mundo absurdo sin Dios, en una humanidad que encontraría su sentido por la justicia y la libertad. Es totalmente una apuesta desinteresada, que es considerable por aquellos que, persuadidos de un fin definitivo después de la muerte, ponen toda su energía en construir un mundo mejor para las generaciones futuras. Y si ciertas personas pueden dar sentido a una vida sin esperanza de eternidad, ¿no tienen los creyentes aún más razones para esperar, pensando en una humanidad diferente, no ya sin Dios, pero esta vez sí con Dios? Evidentemente se excluirá de este argumento todo lo que es fundamentalismo religioso, en las concepciones de un Dios vengador que el hombre ha idealizado a su propia imagen, según sus propios intereses. En espiritismo, allí donde Dios ya no es un concepto teísta (religioso) sino deísta (en el sentido del Dios de Voltaire), ya no se trata de encerrarlo en las creencias sino de sublimarlo en lo que tiene de inconmensurable, a partir de una reflexión sobre las leyes que rigen el universo y la vida. Y si, como en toda otra filosofía, el espiritismo no permite llegar directamente a Dios, permite sin embargo determinar parcialmente sus designios. Es lo que hizo Allan Kardec al abordar la noción de divinidad a partir de sus atributos y a partir de ciertas leyes universales puestas en evidencia por la comunicación espírita. Cuando se sabe que, creados por un impulso divino, simples e ignorantes en el origen, nuestros espíritus han seguido la ley natural de la evolución palingenésica para, a través de vidas sucesivas, afinar nuestras personalidades en la confrontación con el mundo, tenemos entonces una visión ampliada de la vida en su continuidad. Procedemos de un Dios al que aprendemos progresivamente a comprender, para más tarde, en la eternidad, reunirnos con él cuando nos hayamos convertido en espíritus
puros. Y si bien estamos muy lejos de ese estadio, es hoy y ahora cuando es preciso desarrollar una reflexión sobre los principios divinos, no sólo para uno mismo, sino sobre todo para una sociedad de hombres que necesita una metamorfosis para no hundirse más en sus contradicciones egoístas y orgullosas, cuyos funestos resultados se conocen y que son siempre del mismo tipo desde el alba de la humanidad: relaciones dominantesdominados, conflictos de intereses, guerras fratricidas, ambiciones y poderes, apropiación de bienes. ¿Sería Dios la piedra angular que permite al ser humano reflexionar de otro modo? Desde un punto de vista espírita, lo pensamos, en la medida en que a partir de la noción de un Dios, aunque inasequible pero comprendido de manera natural dentro de una espiritualidad recuperada, podemos imaginar una sociedad diferente donde los objetivos intelectuales y morales de la vida hayan encontrado todo su sentido, el sentido de una verdadera solidaridad que está grabada en el corazón de cada ser humano, o que al menos existe en germen, en un potencial a ser desarrollado en esta vida o en una vida próxima. Pero es urgente no esperar la vida próxima para avanzar, cuanto más pronto será mejor, dado que el planeta está en un punto de inflexión decisivo de su evolución, cuando se miden sus desarrollos tecnológicos, sus desigualdades de riqueza, su demografía y sus peligros en diversos planos, políticos, financieros y económicos, pero también en el plano ecológico que aumenta todas las inquietudes. El cumplimiento de un designio divino, considerado bajo el ángulo del amor y la solidaridad, es la única perspectiva que salvará a la humanidad de sus ancestrales contradicciones. Olvidando a Dios, nunca se ha llegado a encontrar sentido; con el Dios de una religión, tampoco ha sido mejor; pero con la humildad de no privarse de Dios y de no dar más a Dios los atributos que son a imagen del hombre, se podría pensar en una reforma del pensamiento susceptible de transformar el mundo a partir de valores universales que, no obstante reivindicados por todos los humanistas, siempre han sido pisoteados por los seres humanos. Así, y sin duda alguna, la noción de divinidad admitida y comprendida será el medio de una nueva reflexión, no solamente en el plano metafísico, sino también y sobre todo, para un nuevo enfoque de los problemas de la humanidad, percibidos de manera diferente, con el corazón y con razón, con preocupación por el otro, lo que nos devolverá a la frase del profeta “Amaos los unos a los otros”, frase que con frecuencia fue vaciada de su sentido por los mismos que la han predicado en las iglesias. La encontramos entonces en una sociedad laicizada donde Dios ya no será más la propiedad de una casta de creyentes, sino la energía vital, espiritual y amorosa de toda la humanidad.

EL PRINCIPIO DE REENCARNACIÓN

La perspectiva más pesimista es decir que los humanos siempre han tenido los mismos defectos y jamás cambiarán; es la posición nihilista de no creer en nada y concluir en lo absurdo de la vida, aun cuando todo nos indica, respecto a la historia de la humanidad, que muchas cosas han podido evolucionar, por supuesto caóticamente, en la organización de nuestras sociedades. Y es allí quizás donde tenemos ese elemento determinante del conocimiento de un pasado histórico, un conocimiento que debería servir de lección para no repetir más sin cesar los mismos errores. No se puede desarrollar la conciencia sin conocimiento, el conocimiento del pensamiento, de la historia, de las civilizaciones que nos han precedido y en las que poco o mucho hemos sido actores. Sí, y este es el elemento innovador del espiritismo que vuelve a colocar las cosas en perspectiva: muchos de nosotros hemos vivido ya muchas vidas en la Tierra, hemos participado pues en la historia de la humanidad en nuestras sucesivas vidas pasadas, y cuando hablamos de nuestros antepasados, hablamos también de nosotros mismos. Lo cual vale para una parte de la humanidad, vinculada a su pasado de vidas anteriores y que vuelve a encontrar más o menos a sus congéneres ya conocidos anteriormente, para aprender a evolucionar juntos. Cuando se sabe eso, la situación ya no es exactamente la misma. Nos devuelve personalmente una parcela de responsabilidad, por ínfima que sea, en la construcción histórica de nuestro mundo pues, de un modo u otro, hemos participado en diferentes existencias, de la vida en nuestro planeta. Hemos podido ser actores y autores de cosas indignas que hoy reprobamos. Inevitablemente hemos cometido numerosos errores, incluso más que errores y, para aquellos que hoy son más conscientes que otros, es preciso tener presente en el espíritu que en nuestras vidas anteriores hemos podido cometer actos reprensibles que forman parte integrante de la historia de la humanidad. Sería pues necesario no recaer más en los extravíos del pasado que, de un modo u otro han podido ser nuestros, lo que se puede reparar a partir de una nueva conciencia. Y cuando se tiene esa conciencia, se adopta entonces el sentido del combate contra todos los males, dentro de la perspectiva de aumentar el número de combatientes, con la certeza de que un día, ese número se convertirá en la mayoría susceptible de hacer inclinar al mundo hacia una era nueva. De manera individual y colectiva, estamos históricamente afiliados al mundo de los Terrícolas, de lo cual no tenemos el recuerdo consciente, y sin embargo todos somos los reencarnados de tiempos pasados, noción que puede agudizar una nueva reflexión sobre los desafíos de una futura sociedad a ser construida de otra manera.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario