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LE JOURNAL SPIRITE N° 93 JUILLET 2013
DOSSIER Léon Denis, el apóstol del espiritismo
EL PROBLEMA DEL SER Y DEL DESTINO
por COLOMBE JACQUIN


Este libro fue escrito por Léon Denis en respuesta a las nuevas ideas desarrolladas en su época por los filósofos, y en reacción al materialismo triunfante. Según él, hasta las nuevas corrientes progresistas políticas o científicas, levantan una barrera a la espiritualidad y a las creencias que elevan al hombre haciéndole comprender su verdadera naturaleza, su origen y su destino que no se limitan a la sola existencia presente. La doctrina espírita no es un nuevo concepto metafísico. Reposa sobre múltiples experiencias mediúmnicas expresadas en palabras simples, destinadas a todos por el maestro Allan Kardec y que abarcan todos los campos del conocimiento.

Problema del ser
La existencia del alma, partícula inmortal de la esencia divina ha sido puesta en evidencia en numerosas circunstancias (anestesia, sonambulismo…). En estado de vigilia, el alma acompañada por su cuerpo sutil, está en cierta forma “secuestrada” en la carne; recupera su libertad en el sueño y su integridad en las sugestiones hipnóticas que descubren un yo profundo rico en conocimientos y experiencias adquiridas en otras vidas. El mundo espiritual es su verdadero territorio. Léon Denis se apoya en sus propias experiencias y en las de eminentes personajes, como Frédéric Myers, para demostrar que el alma puede exteriorizarse durante la existencia (bilocación, proyecciones telepáticas) y después de la muerte (a través de un médium). La muerte no es sino un cambio de estado, un renacimiento con plenitud de facultades y conciencia, por supuesto diferentes, según el avance del espíritu. La vida en el más allá no es “un universo frío y contemplativo sino un universo vivo, luminoso, lleno de seres en vías de constante evolución, donde pueden realizarse misiones. Los terrores y las supersticiones vinculadas con la muerte se desvanecen gracias al espiritismo”.

El Problema del Destino
Ante la incoherencia e inequidad de la vida única, la doctrina de las vidas sucesivas representa una solución de justicia y esperanza. Hay una estrecha correlación entre las acciones de las vidas pasadas y el destino; se explica la infinita variedad de facultades y caracteres; todas las almas no tienen la misma edad y el espíritu se purifica durante sus numerosas existencias. En ciertas circunstancias particulares donde la memoria integral es renovada (fiebre, delirio, muerte inminente, sueño anestésico, sonambulismo, hipnosis), se han establecido pruebas de las vidas sucesivas, lo cual se explica por la existencia del periespíritu. Ciertos espíritus evolucionados, como Pitágoras o Empédocles han tenido el recuerdo de sus vidas pasadas en estado consciente. Eso es muy raro pues el olvido sigue siendo una necesidad: “El bagaje abrumador de los recuerdos hace la ascensión menos fácil, más amarga”. El caso de los niños prodigio, si bien no es una prueba, es al menos un cuestionamiento que no responde ni a la herencia ni a la educación. La creencia en las vidas sucesivas dominó la antigüedad y se encuentra en el centro de las grandes religiones del Oriente. Gracias a Allan Kardec, se ha vulgarizado y difundido en Occidente. Para adquirir todos los elementos de su grandeza, el alma debe encontrar obstáculos y sufrimientos para que se despierte la sensibilidad y crezca en una suerte de lucha entre el bien y el mal. No hay igualdad ni favoritismo. El mal no es más que el estado transitorio del ser en vías de evolución pero, desgraciadamente, la organización social, reflejo de una sociedad materialista, desconoce el resultado evolutivo.
Desear, saber, amar: tal es la finalidad y el poder del alma. La voluntad es el motor de la existencia; podemos realizar todo; el pensamiento es creador, actúa en nosotros y alrededor de nosotros, somos lo que pensamos. El conocimiento es indispensable pues la evolución no se hace en el oscurantismo o la ignorancia. Sin el amor, la voluntad y la ciencia serían estériles; el amor ilumina, es una fuerza que nos conduce hacia Dios. “El hombre es el artesano de su liberación”. El libre albedrío es una realidad, limitada, desde luego, en las etapas inferiores, pero que permite la plenitud de la conciencia. Libertad y responsabilidad son correlativas y anulan la fatalidad y el determinismo.

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