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                                    DOCTOR IAN STEVENSON

EDITORIAL
LA REENCARNACIÓN CUESTIONADA
por JACQUES PECCATTE
LE JOURNAL SPIRITE N° 90 OCTOBRE 2012


Mientras que el espiritismo siempre ha avanzado en conceptos que se han afinado con el paso del tiempo, en los medios espiritualistas y parapsicológicos se ven aparecer nuevos retrasos. Muchos estudios paralelos han contribuido a afirmar las nociones espíritas: son las investigaciones sobre las NDE, que aportan una demostración suplementaria de la supervivencia del espíritu después de la muerte; son los recuerdos de episodios anteriores en niños pequeños, puestos en evidencia por Ian Stevenson y hoy por sus sucesores; son igualmente las regresiones bajo hipnosis que hacen reaparecer recuerdos anteriores, lo que fue realizado especialmente por Albert de Rochas a comienzos del siglo XX, y más tarde por los psiquiatras ingleses Denys Kelsey y Joan Grant, y por Morey Bernstein con su célebre caso Bridey Murphy. Todas estas investigaciones que tuvieron sus resultados, vienen a apoyar los principios espíritas divulgados por los propios espíritus en tiempos de Allan Kardec y luego reiterados hasta hoy en la continuidad de la experiencia espírita. Consideramos que cuando esta experiencia, es manejada con seriedad dentro del respeto a las reglas del buen desarrollo mediúmnico, puede bastarse a sí misma para su propia demostración. Pero, cuando otras investigaciones vienen a consolidar y confirmar las realidades puestas en evidencia por el espiritismo, no nos vamos a quejar por ello… Sin embargo todo eso no es suficiente a los ojos de algunas personas que, estudiando lo paranormal, llegan a conclusiones diversas y contradictorias. Por supuesto, ha habido conclusiones de ciertos metapsiquistas o parapsicólogos que han puesto en duda la manifestación de los espíritus a través de los médiums, pensando que probablemente se trataba de la expresión de su propio subconsciente. Y siempre les hemos respondido que la manifestación subconsciente es una realidad a ser tomada en cuenta, especialmente en los médiums principiantes y en las personas que realmente no tienen potencial mediúmnico. Es allí donde hay que volver a los principios básicos, a saber, que no todo el mundo es médium y que para los que lo son, hace falta el tiempo necesario para el desarrollo de una capacidad potencial que requiere afinarse por medio de ejercicios regulares en presencia de personas avisadas y competentes, capaces de distinguir la manifestación subconsciente de la de un espíritu desencarnado. Cuando se quiere volver sobre las experiencias espíritas para ponerlas en tela de juicio, sería útil entonces tener una buena información, es decir haberlas estudiado bien, en detalle, a fin de juzgarlas con todo conocimiento de causa, antes de aventurarse con otras teorías que con frecuencia resultan de suposiciones o prejuicios personales que sólo conducen a callejones sin salida.

La reencarnación cuestionada
Más recientemente, en cierto medio de investigación, se ha vuelto a poner en tela de juicio el principio de la reencarnación. Se puede suponer que la influencia del Padre François Brune participó en este cuestionamiento, por el hecho de que en su calidad de eclesiástico, ciertamente le sería difícil considerar la hipótesis de las vidas sucesivas lo cual representaría una revolución inadmisible para la institución romana. El Vaticano ha querido dar un paso, desde luego importante, con el Padre Concetti del Osservatore Romano, admitiendo oficialmente la posibilidad de la manifestación de los espíritus; pero en lo referente a la reencarnación el golpe sería más duro y pondría en peligro los principios mismos del catolicismo. 
En el mismo orden de cosas, hemos podido comprobar recientemente que el doctor Jean-Jacques Charbonnier, especialista en NDE, vuelve a poner en tela de juicio el principio de reencarnación, a partir de diferentes reflexiones personales que afirman, por ejemplo, que los recuerdos de niños (los casos de Stevenson) no serían sino percepciones de espíritus desencarnados que los sujetos se apropiarían como parte de su propia memoria anterior. Esta opción, por respetable que sea, amerita que se discuta su argumentación. Nos parece más simple considerar los hechos tal y como son: niños que se acuerdan de su personalidad anterior, dan pruebas precisas de identidad y encuentran con emoción a su familia anterior como Ian Stevenson pudo comprobar provocando los encuentros. ¿Cómo y por qué un niño tomaría entonces la personalidad de un espíritu con el que estuviera en contacto, apropiándose de esa personalidad extraña para hacerla suya? Sin contar las marcas de nacimiento que corresponden a la ubicación de heridas mortales de la última vida, es muy difícil entonces renunciar al razonamiento más simple que consiste en decir con Stevenson: “son casos que sugieren la reencarnación”. Y si a ello se agregan las regresiones bajo hipnosis donde el sujeto habla en su propio nombre, en primera persona, que revive a menudo un pasado que lo perturba, y cuyas declaraciones a veces han sido confirmadas a partir de investigaciones en los lugares y el estado civil, ¿cómo imaginar entonces que habría una suerte de ósmosis entre un espíritu desencarnado y un humano en experiencia de regresión, al punto de que éste absorbería una personalidad que no es la suya? Todo esto contradice la experiencia espírita tal y como siempre se ha realizado: el espíritu que se manifiesta se disocia de su médium, habla en su nombre y las dos personalidades no se confunden. Se han visto igualmente médiums bajo hipnosis inducidos a regresión de vida pasada, y allí, ya no es más un espíritu el que se expresa con toda independencia a través de su mediumnidad, sino el médium mismo que se acuerda de su propio pasado, que revive en nombre propio sin que haya la menor ambigüedad. Hay pues con frecuencia, ciertas lagunas en el conocimiento de los temas abordados, es preciso haber estudiado bien el contacto espírita junto a buenos médiums, es preciso haber analizado bien los casos de niños que rememoran, es preciso conocer bien la hipnosis. Y cuando se reúnen todas las buenas condiciones de estudio y análisis, no es cuestión entonces de hacer valer las impresiones personales, sino de tratar de delimitar las realidades objetivas, aun cuando deban chocar con nuestras convicciones preconcebidas.Lo que es… lo que uno quisiera que fuera… En espiritismo siempre ha existido ese problema: hay aquello que se comprueba, lo que es, y que puede estar en contradicción con lo que uno quisiera que fuera. No es así como puede avanzar la investigación. Hay personas a quienes cuadra el espiritismo, y también hay personas que no soportan la idea de la reencarnación. Cuando se busca una verdad, es indispensable deshacerse de toda apreciación personal; no se trata de saber si uno está de acuerdo o en desacuerdo con tal o cual principio; se trata de estudiar y poner en evidencia los principios aunque puedan llevarnos la contraria. Si no, uno siempre puede volver a las antiguas creencias: algunos permanecerán más o menos fieles a su religión de origen, otros irán a buscar en ciertas concepciones esotéricas lo que pueda satisfacerlos y otros más harán una sesuda mezcla de diversas concepciones religiosas, reinventando los ángeles y los demonios al estilo Nueva Era. Pero no es así como se avanza hacia una verdad común a todos y, quiérase o no, no hay sino una sola verdad universal que buscar y descubrir. Al menos sería necesario ponerse de acuerdo sobre este punto: forzosamente la verdad es única y no depende de las diversas opiniones de cada uno. Desde el advenimiento del espiritismo con Allan Kardec, nadie ha buscado especialmente darse gusto y hacer coincidir los principios con opiniones individuales. Se trataba de un descubrimiento sobre el cual había que trabajar; Allan Kardec fue el iniciador de esto y por su rigor llegó a precisar un cierto número de principios, definiendo además los criterios de mediumnidad que hoy son olvidados con frecuencia, incluso por algunos de sus discípulos. Es evidente que contentándose con mediumnidades inciertas, mal desarrolladas y mal acompañadas, se encontrarán flagrantes contradicciones entre los mensajes de unos y otros, pues estos mensajes serán sólo el reflejo de sus propias convicciones. Hay lugar para distinguir bien las cosas. Por una parte, el espiritismo se ha perpetuado a partir de un conjunto de trabajos en diferentes épocas y en varios países con cierta concordancia en los mensajes recibidos. Así pues, los espíritas, en la continuidad de Allan Kardec, se han puesto de acuerdo en las nociones fundamentales promulgadas por los Espíritus como son la existencia de una fuerza divina, el principio de la evolución por la reencarnación y la pluralidad de los mundos habitados, sometidos, ellos también, a la ley universal de la reencarnación. Por otra parte, surgen formas de pensamiento procedentes de tal o cual persona que se había ocupado de lo paranormal, y que hace valer puntos de vista personales que no están apuntalados por verdaderas experiencias mediúmnicas. Entonces uno se encuentra obligado a hacer la distinción entre dos modos de abordar las cosas: o se apoya en una experiencia más que centenaria, o se encierra detrás de convicciones personales preestablecidas que, por añadidura, son diferentes para cada uno. Allí está todo el fondo del problema… Se habla de un campo donde las palabras de los Espíritus pueden iluminarnos sobre los principios universales, es necesario todavía que ellos puedan dispensar sus mensajes de manera auténtica, gracias a buenos instrumentos que son los buenos médiums, cuyo desarrollo haya sido correctamente asegurado. Es a partir de esto que se puede extraer un cierto número de verdades, como en su tiempo lo hiciera Allan Kardec, verdades de hoy que se unen sensiblemente a lo que él descubrió. Una de dos, o uno se refiere a las informaciones dadas por los propios Espíritus, mejor ubicados que nosotros para definir principios metafísicos, o no confía sino en nuestras opiniones humanas para definir el más allá. En el segundo caso, se hace abstracción de aquellos de los que se habla, los Espíritus, considerando que el humano estaría en mejores condiciones para definir el otro mundo y los principios universales. Es la paradoja de los seres humanos que no quieren perder sus prerrogativas y que tienen demasiado miedo a ser perturbados en sus íntimas convicciones.
Se ha visto con los parapsicólogos, se ve todavía con la gente que intenta el contacto espírita, y que a falta de buenos médiums experimentados, no obtiene mensajes consistentes y regresa a sus propios juicios. Es preciso entonces volver a las buenas definiciones de la mediumnidad tal y como fueron dadas por Allan Kardec para diferenciar un espíritu iluminado de un espíritu en turbación, que puede confundir los indicios contando toda clase de tonterías sobre un más allá que desconoce. Hay que inspirarse, pues, en Gabriel Delanne, Gustave Geley y otros precursores que supieron poner en evidencia la posible influencia del subconsciente en un fenómeno aparentemente mediúmnico. Y si ahora se sabe que esta influencia es mucho más importante de lo que hubiera podido creerse en otros tiempos, se sabe igualmente por la experiencia, que esta influencia está muy extendida entre los médiums principiantes que, si no son correctamente asistidos, terminan por convertirse en médiums sólo de sus propios pensamientos. Todo el progreso histórico del espiritismo nos ha conducido a estas comprobaciones. Así se ha afinado el conocimiento de la mediumnidad en sus sutilezas. ¿Será necesario entonces ocultarlo para volver a empezar todo de cero y, en el mejor de los casos a largo plazo, volver a descubrir todo lo que ya se sabía del contacto con el más allá?
Estamos en un proceso histórico evolutivo de una ciencia y una filosofía cuyas nociones se afinan con el paso del tiempo, sin que por eso los grandes principios hayan tenido que sufrir un cuestionamiento en el fondo. Es pues en esta dirección y teniendo en cuenta las experiencias del pasado, que será más justo emprender o continuar las investigaciones a partir de lo que ya se sabe…

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