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¿CUANDO COMIENZA LA VIDA                                         HUMANA?

¿En qué momento se une el alma al cuerpo?

   
                                                                       
- La unión comienza en la concepción, pero sólo es completa en el instante del nacimiento. (A. Kardec – L.E. Ítem 344).

 Uno de los debates más interesantes y trascendentes en la sociedad tiene que ver con el inicio de la vida humana. Para muchos, la vida comienza desde el momento en que se produce la concepción; para otros tantos, la vida sólo es real a partir del nacimiento del niño, negando cualquier posibilidad de “humanidad” al feto que lleva la madre dentro de su vientre por nueve meses durante la etapa pre-natal. 
   Antes de expresar nuestro punto de vista, repasemos algunas contradicciones que las diferentes disciplinas científicas presentan al respecto. Lo primero que nos llama la atención es comprobar los diferentes criterios que, al respecto de este tema, poseen la medicina, la biología y la propia psicología pre-natal. En contra de lo que pudiera suponerse, la biología presenta una opinión basada únicamente en el funcionamiento de los órganos. Es decir, para muchos biólogos, no todos, si un órgano no está terminado de formar no puede ejercer su función, y por lo tanto no podemos considerar el elemento resultante como un “ser completo”; es decir, un ser vivo no puede considerarse como tal si no están ensambladas y perfectamente desarrolladas todas las partes que lo componen. Y como esto último no sucede en el inicio del desarrollo celular del niño, se tiende a considerar que, aunque el embrión ya posee vida propia, ni este ni el feto pueden considerarse humanos hasta la total integración de todas sus partes desarrolladas por completo. Este planteamiento no es en absoluto compartido ni por la medicina ni por la psicología pre-natal. 
     Todo se resume en comprender que no somos únicamente “órganos físicos, ensamblados en base a una estructura únicamente material”. La medicina admite que las emociones, los impulsos, el desarrollo  prenatal del niño y su posterior resultado no puede circunscribirse únicamente a los órganos. Una disciplina particular dentro de la propia medicina lo confirma; la “psiconeuroinmunología”, que alerta sobre la influencia de las emociones y el comportamiento de la madre en el desarrollo del bebé. Por otro lado, la psicología prenatal advierte de las enormes repercusiones que el vínculo materno con el feto tendrá en el desarrollo ulterior de la personalidad del niño.      
         Numerosos experimentos con gestantes demuestran el fuerte condicionamiento del vínculo materno-paterno con el bebe después del nacimiento. Por ejemplo, una madre ansiosa o estresada, no sólo afecta el estado momentáneo del bebé, sino que la persistencia en esta actitud condiciona el desarrollo celular y psicológico del niño en proceso de formación. Todo esto no son más que algunas cuestiones que ponen de manifiesto lo ya sabido: la vida humana comienza desde el momento de la concepción, porque ya a partir de ese momento los esquemas psíquicos del futuro niño aprovechan el patrón psíquico de la madre para desarrollarse.

 “La conciencia de la madre durante el embarazo es la oportunidad de reactivar esquemas psíquicos preexistentes en la psique del niño, como consecuencia de sus vidas pasadas” (Dr. Roger Wolger) 

   Al mismo tiempo, los pensamientos y emociones de aceptación y/o rechazo de los progenitores sobre el bebé condicionarán la personalidad del niño desde ese momento y para siempre. Esto lo demuestran los estudios de la psicología y psiquiatría cuando localizan complejos, fobias y desarrollos deficientes en la personalidad de los adultos cuyo origen se encuentra en el periodo prenatal, es decir, antes de nacer.   En ello trabaja la TVP (Terapia de Vidas Pasadas), retrotrayendo al paciente en el tiempo y buceando en su inconsciente o memoria extracerebral hasta localizar el problema en la etapa embrionaria o fetal, e incluso más atrás, en vidas anteriores. 

“Morir con el peso de emociones o problemas no resueltos, vigoriza los recuerdos de tal manera que pueden influir en las vidas siguientes” Dr. Ian Stevenson (Univ. Virginia)

   Si la biología tuviera razón en sus planteamientos, y puesto que ya está demostrado que el cerebro del niño no está completamente desarrollado hasta los 6 o 7 años de edad, entonces podríamos suponer que sacrificar a un infante  antes de completarse en su estructura biológica no sería atentar contra ninguna vida humana. Es este un razonamiento paralelo e infame que no merece mayor comentario, pero que abre la puerta a las controversias éticas sobre la congelación de embriones, al uso de embriones humanos para la FIV (Fecundación In Vitro) respecto a los que son desechados. Y sobre todo a aquellos que necesariamente son aniquilados como ocurre en la extracción de células embrionarias para la clonación y que podríamos comparar con el ejemplo anterior. ¿Sería esta práctica ética o moral, puesto que algunos biólogos no aceptan la vida humana hasta que es orgánicamente completa? Dejando de lado los interrogantes, para aquellos que sabemos y afirmamos la inmortalidad del espíritu y la preexistencia del alma antes de nacer, no existe debate alguno. Ya en el momento de la concepción se produce el vínculo entre el peri-espíritu de aquel que va a reencarnar nuevamente y la primera célula resultante de la fecundación del óvulo y el espermatozoide correspondiente. La unión completa se realiza nueve meses después, cuando el niño nace, donde el espíritu del mismo -unido al periespíritu por un lazo fluídico desde la concepción- se integra definitivamente en el cuerpecito del recién nacido. En el momento de la concepción la vida humana ya se hace presente, pues es precisamente el periespíritu del reencarnante el que imprime en la primera célula las características que le son propias por su trayectoria personal y milenaria.  A partir de aquí se enmarcan, no sólo las cualidades biológicas en los genes, sino las cualidades psíquicas y espirituales, así como también los condicionantes específicos que deben darse en el desarrollo posterior del ser que reencarna, para poder cumplir con sus compromisos en la nueva vida que comienza en la Tierra. 
     Las características biológico-psicológicas y espirituales vienen a presentarse para su desarrollo desde el primer instante, aprovechando -por ejemplo la estructura psicológica de la propia madre para desarrollar los esquemas psíquicos que le son propios al nuevo ser, y con ello iniciar su trayectoria personal y diferenciada de su progenitora en el día de mañana. La vida humana parte de este punto, y todo aquello que atenta contra ella es de una gravísima responsabilidad espiritual para aquel que lo ejecuta. 
      El aborto es un crimen que solamente tiene una excepción bajo los principios espirituales, y esta no es otra que aquella que permite realizarlo si la vida de la 7  madre está en peligro como consecuencia del embarazo o el parto. Únicamente en este supuesto se dan los atenuantes morales que contravienen la ley de la vida en el resto de los casos, pues siempre es preferible salvar aquella vida que existe de aquella otra que apenas ha comenzado a existir. 
      Así como nuestra Vida no nos pertenece, pues esta es otorgada por Dios, la vida de los demás tampoco es de nuestra incumbencia retirarla o eliminarla. El respeto por la Vida debería ser algo sagrado, al margen de que se tenga o no religión o creencia alguna, al margen de que consideremos la existencia de derechos que no son tales ni nos corresponden. Como ocurre cuando se invocan los derechos de la persona embarazada por encima del derecho a la vida del ser en formación. Como ejemplo de esto último tenemos el argumento de la violación para acogerse a este supuesto derecho a abortar. Cabría preguntarse entonces: ¿es lícito segar una vida para solucionar un problema? Cada cual debe responderse en conciencia, pues el tema del aborto, además de situar el debate en el punto de comienzo de la vida humana, es fundamentalmente un problema de conciencia personal. Por todo ello, valoremos la Vida en su grandeza y oportunidad; demos las gracias por la oportunidad de vivir, no sólo al creador de la Vida sino también y muy especialmente a nuestros progenitores, que decidieron permitirnos esta maravillosa experiencia de vivir, sentir, experimentar y amar, cumpliendo a su manera con el plan divino de la ley de reproducción que permite el progreso de nuestra alma inmortal y nos impulsa a nuevos retos y conquistas en rumbo a nuestra felicidad. 

Redacción de la Rev. Amor, Paz y Caridad

 “Cada alma recibe un cuerpo de acuerdo con sus merecimientos y previas acciones” (Clemente de Alejandría – S. II d.C.)

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TOMADO DE: INQUIETUDES ESPÍRITAS

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